«Un milagro». O casi. Así se podría definir el pase a la final de la Copa del Rey del Barça en la eliminatoria de semifinales frente al Sevilla, remontando un 2 a 0 de la ida y consiguiendo el gol que igualaba el choque y lo mandaba a la prórroga en el descuento de los 90 minutos reglamentarios. Cabezado de Piqué a centro de Griezmann, que con un sutil recorte sobre el defensor lanzaba el balón al límite del área pequeña para que el central azulgrana, de remate inapelable, consiguiera el segundo gol del cuadro culé.
En la primera parte de la extensión, Braithwaite metía el tercero, decantando la balanza a su favor, no sin sufrir en los minutos finales y, sobre todo, tras unas dudosas manos de Lenglet dentro del área -previo rebote en el pecho y aparentemente sin voluntariedad- que el árbitro no sancionó. Habría sido penalti. En ese caso, el segundo. El primero lo había parado Ter Stegen al argentino Ocampos, en los segundos 45 minutos tras error de Mingueza, que pese a que sigue creciendo con solidez como jugador en ese lance pecó de exceso de ímpetu e inexperiencia.
Ter Stegen supo mantener la cabeza fría, consciente que un gol de los sevillistas haría casi imposible la remontada. De producirse, los de Koeman tendrían que conseguir un 4 a 1 a su favor casi imposible. Ocampos lanzó el disparo a la derecha del portero alemán, que acertó el costado y no solo paró sino que atajo el esférico que, en cualquier caso, no iba muy esquinado ni tampoco potente. La parada de Ter Stegen refuerza los ánimos de un equipo muy dolido por el resultado de la ida de la Champions en el Camp Nou frente al PSG (1 a 4) así como por el empate posterior en casa en Liga frente al Cádiz y que puso algo más complicada conquistarla. Hoy siguen todavía con opciones.
Pese a ello, han alcanzado una final de Copa del Rey, que disputarán frente al vencedor de la eliminatoria entre Athletic de Bilbao y Levante. En una temporada definida como de «transición», encontrarse a un paso de conseguir un título y segundos en la clasificación regular a comienzos de marzo (la Champions se da casi por perdida, aunque las formas cómo ésta se concrete pueden tener mucha influencia) no es, a estas alturas y viniendo de donde vienen (el 2 a 8 del pasado verano frente al Bayern de Múnich y el burofax de Messi) poca cosa.
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