Zamora: ‘el Divino’, bon vivant y primera figura mediática del fútbol español

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Eran otros tiempos, comienzos de siglo, todavía no existía la Liga, que empezaría a rodar en 1928. El fútbol había entrado en la Península por influencia de los marineros ingleses a través de los puertos del norte, del País Vasco; de Barcelona; y por el sur, en toda la zona de Andalucía (no hay que olvidar que el Recreativo de Huelva es el club decano). Ricardo Zamora Martínez nació en Barcelona el 21 de enero de 1901. Su padre, médico, quería que siguiera sus pasos porque, por entonces, darle patadas a una pelota, o en el caso de Zamora pararla, no era augurio de buen futuro. A los 13 años entró en el Universitari S.D. y a los 15 ya fichaba en su primera etapa en el R.C.D. Español. Debutó muy joven y despuntó rápido tanto en el campeonato de Catalunya como en la Copa del Rey. Con 19 años consiguió la plata con la selección en los Juegos Olímpicos de Ámberes. Poco después fichó por el Barça tras desaveniencias con la directiva blanquiazul y cerrando definitivamente las puertas a la carrera de Medicina.

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La aventura, en cualquier caso, con los blaugrana tampoco se extendería mucho. Duró apenas un par de años cuando volvieron a surgir desavenencias de tipo económico que le llevaron de vuelta al Español. Con estos, en esta segunda etapa, estuvo ocho años disputando las dos primeras ligas entre 1928 y 1930. Se describe por entonces a Zamora como una persona coqueta, elegante, con su gorra calada y ladeada, gran fumador -se habla que podría llegar a fumar tres paquetes diarios-, aficionado al coñac, bohemio, dandy… Por entonces la indumentaria que se utilizaba para jugar distaba mucho de la actual y se parecía más a la vestimenta de calle. En el caso de Zamora también solía llevar jerseis (de cuello vuelto) y unas enormes rodilleras. Inventó un gesto técnico peculiar y hoy desaparecido pero entonces muy práctico: «la zamorana». Consistía en dar al balón un golpe con el antebrazo o el codo para despejarlo. Podía ser un buen recurso para alejar la pelota en una época donde había gran densidad de jugadores en el área y cualquier rechace podía suponer un peligro considerable.

En 1930 fichó por el Real Madrid, con el que consiguió las dos primeras ligas del club blanco entre los años 32 y 33. El traspaso, para la época fue astronómico: 100.000 pesetas y 50.000 para el jugador. Percibía lo que para entonces se conoció como «el sueldo de un ministro»: 3.000 pesetas al mes.

En 1934 disputó con el combinado nacional el Mundial de Italia. Llegaron hasta cuartos de final donde sucumbieron contra los antriones, bajo fuertes sospechas de amaño y presiones del régimen de Mussolini para que ganaran los transalpinos (com así sucedió). Zamora volvió de aquel torneo convertido en una gran estrella mediática. Fue entonces cuando se le empezó a llamar como «el Divino» y también se hizo popular la expresión: «Solo hay dos porteros: San Pedro en el Cielo y Zamora en la Tierra». Con la Guerra Civil todo cambió. El paso del portero por el Madrid y unas supuestas simpatías o afinidad con el periódico de línea católica «Ya» hicieron que incluso el periódico ABC publicara una noticia sobre la ejecución de Zamora -que no fue tal- por parte del bando republicano. Para evitar problemas, se decidió apresarlo y encarcelarlo en La Modelo de Barcelona.

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Su fama y buenas relaciones hicieron que contara con ayuda para salir y exiliarse en Francia. Allí, en Niza jugó su última temporada como portero y también se inició como entrenador. En 1937, con la Guerra Civil finalizada volvió a España donde siguió con su carrera como técnico. Sus mayores logros fueron con el Atlético Aviación (futuro Atlético de Madrid) con el que consiguió dos Ligas (1940, 1941). Después pasaría por el Celta en tres etapas distintas, Español en dos ocasiones, Málaga e, incluso, las selecciones española (1952) y de Venezuela (1953). Se retiró como técnico  a comienzos de los años sesenta. Murió en Barcelona el 8 de spetiembre de 1978 dejando detrás de sí una vida y carrera plagadas de estímulos y de vivencias. Llegó incluso a participar en dos peliculas. Una en los años veinte, «Por fin se casa Zamora» (1926) y otra en los cuarenta, «Campeones» (1941).

Como portero se le describe como elegante, felino, inteligente, elegante… Una gran figura, la primera del fútbol español de gran repercusión mediática y masiva en una época donde la televisión no existía ni era lo que acabó por convertirse y donde la prensa regional llegaba cómo llegaba. Hoy se dice que su club, de entre los tres en los que jugó, fue sobre todo el Español, donde debutó y estuvo más temporadas. Por cierto, tras el Mundial de 1934 fue condecorado por la República y en 1950 por Franco: cosas de la carrera de un gran deportista.


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