Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. En la vuelta de las semifinales de la Champions League pareció que se vivía el día de la marmota. Partido en Anfield entre Barça y Liverpool. El cuadro catalán llevaba una ventaja de tres goles y se produjo la sorpresa. Y mayúscula. La magia de Anfield funcionó y el equipo de Valverde no solo vio como perdía la renta que llevaba de ventaja sino que, además, en un despiste descrito por el propio Luis Suárez como «de juveniles» encajó el cuarto gol en un córner donde nadie estaba por lo que tenía que estar. Los ingleses sacaron rápido encontrando a su delantero centro belga, Origi, sin marca al borde del área pequeña, que solo tuvo que enviar el balón a la red sin oposición. Los culés se quedaron fuera de su novena final. La misma -mismo número- que jugarán los jugadores del técnico alemán Jurgen Klopp, entre los que se encuentra uno de sus puntales bajo palos, el guardameta brasileño, Alisson Becker.
Becker estuvo de notable en la vuelta en Inglaterra si bien en la ida tampoco brilló y pasó por el Camp Nou sin pena ni gloria. En la vuelta las cosas fueron distintas, si bien sus actuaciones, decisivas, tampoco fueron extraordinarias. O por lo menos no lo parecieron. Y lo expresamos de este modo porque los que más conocen al meta sudamericano destacan de él precisamente su gran colocación y lectura del juego. Eso a la práctica se traduce en intervenciones no tan exigentes por una interpretación muy correcta y anticipatoria de los movimientos del adversario. Jugó bien y hoy es uno de los pilares de este competitivo y correoso Liverpool.
La casualidad, en su caso, hace que fuera también la campaña pasada el meta de la Roma, que entonces eliminió al Barça en la ronda de cuartos de final de la Champions League. También en una meritoria e inesperada remontada en la capital italiana tras un adverso 4-1 para el cuadro catalán. Los goles fueron cayendo y -como ayer- no se atisbó entre los culés capacidad de reacción. En ambos casos, los dos equipos, inglés e italiano, le plantearon un partido a tumba abierta, con una presión muy alta arriba, ahogando la salida del balón y no dejando tiempo para pensar.
El Barça, además, renunció a su juego, alineó un once más de lucha que de posesión y acabó sucumbiendo. Y lo que es peor, sin norte e irreconocible. Becker, coincidencia o no, es ya una de las grandes bestias negras del Barça en la Copa de Europa. No en vano hay quien lo considera entre los mejores guardametas del mundo o, incluso, con perdón del esloveno Oblak o el alemán Ter Stegen, el número uno global.
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